1 – Hacer pausas diarias para bajar el estrés
Tomarse pequeñas pausas, escuchar música o realizar ejercicio son realmente efectivos para contrastar los niveles elevados de cortisol que provoca el estrés crónico. Cuando no se logra “cortar”, el cuerpo queda en estado de alerta, agotado, con un sistema inmune que tiene menor capacidad de respuesta, provocando más enfermedades y envejecimiento prematuro.
2 – Practicar ejercicio y pasar dos horas por semana en la naturaleza
Se recomienda caminar al menos unas tres horas y media por semana (si se puede en la naturaleza, mucho mejor). A su vez, si podés dedicar dos horas semanales a pasear en entornos naturales, como pueden ser bosques, playas o parques, le estás dando a tu cerebro estímulos muy eficaces para la generación de nuevas neuronas.
3 – Dormir lo necesario
Respetar el ciclo de sueño durmiendo de manera habitual un promedio 7 u 8 horas por noche, sin interrupciones y en concordancia con el ritmo circadiano (que son los procesos naturales que responden, principalmente, a la luz y la oscuridad) es uno de los factores primordiales para mantenernos sanos y poder aumentar el número de neuronas en nuestro cerebro.
4 – Meditar
Como te contamos en varias oportunidades, practicar la meditación nos trae múltiples beneficios comprobados. Practicarla durante diez minutos al día lleva a experimentar beneficios para la capacidad cognitiva después de tan solo dos semanas. Ayuda contra la depresión, ansiedad e incluso la hipertensión, y fomenta el bienestar psicológico y la inteligencia emocional.
5 – Cuidar la microbiota, nuestro segundo cerebro
Se trata de conjunto de microorganismos en el aparato digestivo con un gran impacto en el bienestar emocional y en la fisiología y arquitectura del cerebro. Por eso, cuidar la salud del intestino repercute directamente en la salud de nuestro cerebro van de la mano. Para lograrlo es de gran ayuda el uso de probióticos, tanto en alimentos como el yogur como en suplementos, y no abusar de los antibióticos.
6 – Establecer pequeñas metas
Los proyectos a largo plazo pueden agotar a tu cerebro. Según explican las neurociencias, la mejor meta es la que resulta posible a corto plazo y realista. Es mejor que decir “este año voy al gimnasio’, “esta semana voy a intentar ir al menos un día ir al gimnasio”. O bien, en vez de decir a tu cerebro “voy a escribir un libro”, asegurarte objetivos alcanzables a corto plazo. Entonces, en este caso, sería mejor decir a tu cerebro “Voy a escribir esta semana dos mañanas media hora”.